¿Por qué nos gusta el calor de la chimenea?

¿Quién no disfruta del calor acogedor de una chimenea en una fría tarde de invierno? Cada vez que encendemos una, el radiante fuego nos envuelve en un ambiente cálido y acogedor. Pero ¿por qué nos gusta tanto esa sensación?

En primer lugar, el calor que emana la chimenea nos recuerda la seguridad de estar en un espacio protegido del frío exterior. El cuerpo humano, en su evolución, está programado para buscar el calor como una necesidad fundamental para su supervivencia. Por eso, tener la posibilidad de calentarnos junto a una fuente de calor nos genera una sensación de satisfacción y relajación.

Además, el ritmo hipnótico de las llamas y el sonido que emiten mientras queman la madera, es muy relajante. Escuchar ese sonido monótono y constante es capaz de reducir los niveles de estrés y de ansiedad, lo que hace que nos sintamos más cómodos y tranquilos.

Otra razón que explica por qué nos gusta el calor de la chimenea es que este tipo de calidez es más sano y natural que el que proviene de un radiador o una estufa. El fuego de la chimenea produce una especie de infrarrojos que se sienten hasta en los huesos, esto ayuda a mejorar la circulación sanguínea y, por ende, a que los músculos y tejidos se relajen.

En conclusión, el calor de una chimenea tiene beneficios tanto terapéuticos como emocionales. Es una forma natural de calentar la casa, que nos brinda protección y nos hace sentir cómodos y relajados. Así que, ¡disfruta del calor de tu chimenea estos días fríos de invierno!

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